lunes, 26 de enero de 2015

EL FIN DEL ROMANCE ENTRE EL 10 Y LA PELOTA


Romance es un término relacionado al amor, a lo sentimental, a las emociones que una persona llega a sentir por algo o por alguien. Romance es la palabra justa que define a la relación que tuvo Juan Román Riquelme con la pelota. Sí, con la pelota; no con el fútbol, porque Román siempre jugó a la pelota.
En los potreros de Don Torcuarto, su barrio natal, comenzó ese amor incondicional. Su talento, su brillante pegada, su manera de jugar y de pensar un segundo antes que lo demás; sumado a las ganas y el esfuerzo hicieron que se cumpla lo que siempre quiso y soñó: ser jugador profesional. Argentinos Juniors fue el que lo formó, el que le enseñó herramientas necesarias para empezar su carrera que, por esas cosas del destino, no iba a comenzar allí. Aunque si iba a culminar, regresándolo a la primera división, a fines del año pasado. Hecho que Román lo definió con un: “ahora estamos a mano”, dejando en claro que en el 2015 no iba a continuar en el equipo de la Paternal.
Boca y River, los dos clubes mas populares del país, pusieron los ojos en el, cuando deleitaba a todos en las inferiores del “bicho”. Era un chico, pero jugaba como un grande. La decisión fue más fácil de lo que cualquier ser humano pudo haberse imaginado. Román siempre fue fanático de Boca, desde la cuna ya llevaba puesto los colores azul y oro. Sumado a que todos en la familia Riquelme eran boquenses, lograron que el chico tomara la decisión de ir al club de la Rivera. Aunque nadie de los suyos, ni siquiera él, imaginó lo que le sucedió: llegar a ser uno de los ídolos más grandes de la historia de esa rica institución.

El romance con los hinchas “xeneizes” fue a primera vista. El amor de ellos hacia el diez tuvo comienzo en su debut: el 10 de Noviembre de 1996, ante Unión de Santa Fe, en la mismísima Bombonera. El hincha lo adoptó desde el primer minuto, disfrutó de su magia y de su arte. Aquel día Román dio su primera función y, como gran artista que fue, la rompió. Enseguida se escuchó el “Riquelme, Riquelme” desde los cuatro lados del estadio que mejor lo vio jugar. Allí nació la leyenda.
Román jugó 388 partidos con la camiseta del club de sus amores, marcó 92 goles, uno mas lindo que el otro, y brindó 196 asistencias que terminaron con un compañero suyo mandando el balón al fondo de la red. Además, cosechó 13 títulos (cinco torneos locales, tres copas libertadores, una Intercontinental, una copa Argentina y una recopa sudamericana).
Un artista que está señalado por el destino a ser una estrella debe aparecer en los momentos mas transcendentales, en esos donde la mirada de todo el mundo está puesta sobre el y  lo que va a desarrollar en el escenario. Riquelme brilló cada vez que tuvo que disputar un partido significativo. Lo hizo en Tokio, en el 2000, en la final del mundo ante el Real Madrid y sus figuras, bailando a Makelele y asistiendo a Palermo con un pase exquisito de más de 60 metros. Brilló ante el Palmeiras, en tierras brasileñas, en la Libertadores ganada en 2001 y ganó, prácticamente solo, la del 2007 con Miguel Ángel Russo como entrenador, cuando regresó del Villarreal a préstamo por seis meses.
A su vez, en ese humilde equipo español también logró dejar su huella. Luego de un paso fugaz por el Barcelona, recaló en el "submarino amarillo". Club al que llevó a lo más alto de su historia. Ganó dos copas intertoto y tuvo en sus pies la clasificación hacia la final de la Champions League de esa temporada 2005-06, pero falló. Porque los grandes también fallan y porque el fútbol no deja de ser un juego en el cual existe la posibilidad de ganar, como así también de perder. Aquella vez, el arquero alemán Lehmann le atajó un penal que fue definitorio para que el Arsenal de Inglaterra eliminara al Villarreal en semifinales del torneo más importante de Europa, a nivel de clubes.
Vaya coincidencia del destino hizo que un mes después de ese acontecimiento histórico se volvieron a ver las caras. Fue en la Copa del Mundo de Alemania 2006, único mundial disputado por Román en la selección mayor. El resultado fue similar y tuvo, nuevamente, al alemán como héroe en los penales, dejando afuera a la Argentina dirigida por uno de los entrenadores que mas apoyo y enseñanza le brindó: José Pekermán.
El 25 de enero de 2015 no va a ser una fecha más en la historia del fútbol argentino, va a quedar marcado como el día en el cual el último enganche clásico le dijo adiós a su amor incondicional: a la pelota. Porque como mencionamos antes: Juan Román Riquelme siempre jugó a la pelota.











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