Romance es un término relacionado al amor, a lo
sentimental, a las emociones que una persona llega a sentir por algo o por
alguien. Romance es la palabra justa que define a la relación que tuvo Juan Román
Riquelme con la pelota. Sí, con la pelota; no con el fútbol, porque Román
siempre jugó a la pelota.
En los potreros de Don Torcuarto, su barrio natal,
comenzó ese amor incondicional. Su talento, su brillante pegada, su manera de
jugar y de pensar un segundo antes que lo demás; sumado a las ganas y el
esfuerzo hicieron que se cumpla lo que siempre quiso y soñó: ser jugador
profesional. Argentinos Juniors fue el que lo formó, el que le enseñó
herramientas necesarias para empezar su carrera que, por esas cosas del
destino, no iba a comenzar allí. Aunque si iba a culminar, regresándolo a la
primera división, a fines del año pasado. Hecho que Román lo definió con un: “ahora
estamos a mano”, dejando en claro que en el 2015 no iba a continuar en el
equipo de la Paternal.
Boca y River, los dos clubes mas populares del país, pusieron
los ojos en el, cuando deleitaba a todos en las inferiores del “bicho”. Era un
chico, pero jugaba como un grande. La decisión fue más fácil de lo que
cualquier ser humano pudo haberse imaginado. Román siempre fue fanático de Boca, desde
la cuna ya llevaba puesto los colores azul y oro. Sumado a que todos en la
familia Riquelme eran boquenses, lograron que el chico tomara la decisión de ir
al club de la Rivera. Aunque nadie de los suyos, ni siquiera él, imaginó lo que
le sucedió: llegar a ser uno de los ídolos más grandes de la historia de esa rica
institución.
El romance con los hinchas “xeneizes” fue a primera
vista. El amor de ellos hacia el diez tuvo comienzo en su debut: el 10 de
Noviembre de 1996, ante Unión de Santa Fe, en la mismísima Bombonera. El hincha
lo adoptó desde el primer minuto, disfrutó de su magia y de su arte. Aquel día
Román dio su primera función y, como gran artista que fue, la rompió. Enseguida
se escuchó el “Riquelme, Riquelme” desde los cuatro lados del estadio que mejor
lo vio jugar. Allí nació la leyenda.
Román jugó 388 partidos con la camiseta del club de sus
amores, marcó 92 goles, uno mas lindo que el otro, y brindó 196 asistencias que
terminaron con un compañero suyo mandando el balón al fondo de la red. Además,
cosechó 13 títulos (cinco torneos locales, tres copas libertadores, una
Intercontinental, una copa Argentina y una recopa sudamericana).
Un artista que está señalado por el destino a ser una
estrella debe aparecer en los momentos mas transcendentales, en esos donde la mirada
de todo el mundo está puesta sobre el y lo que va a desarrollar en el escenario.
Riquelme brilló cada vez que tuvo que disputar un partido significativo. Lo
hizo en Tokio, en el 2000, en la final del mundo ante el Real Madrid y sus
figuras, bailando a Makelele y asistiendo a Palermo con un pase exquisito de más
de 60 metros. Brilló ante el Palmeiras, en tierras brasileñas, en la
Libertadores ganada en 2001 y ganó, prácticamente solo, la del 2007 con Miguel Ángel
Russo como entrenador, cuando regresó del Villarreal a préstamo por seis meses.
A su vez, en ese humilde equipo español también logró
dejar su huella. Luego de un paso fugaz por el Barcelona, recaló en el "submarino amarillo". Club al que llevó a lo más alto de su historia. Ganó dos
copas intertoto y tuvo en sus pies la clasificación hacia la final de la
Champions League de esa temporada 2005-06, pero falló. Porque los grandes también
fallan y porque el fútbol no deja de ser un juego en el cual existe la
posibilidad de ganar, como así también de perder. Aquella vez, el arquero alemán Lehmann
le atajó un penal que fue definitorio para que el Arsenal de Inglaterra
eliminara al Villarreal en semifinales del torneo más importante de Europa, a
nivel de clubes.
Vaya coincidencia del destino hizo que un mes después de
ese acontecimiento histórico se volvieron a ver las caras. Fue en la Copa del
Mundo de Alemania 2006, único mundial disputado por Román en la selección mayor.
El resultado fue similar y tuvo, nuevamente, al alemán como héroe en los
penales, dejando afuera a la Argentina dirigida por uno de los entrenadores que
mas apoyo y enseñanza le brindó: José Pekermán.
El 25 de enero de 2015 no va a ser una fecha más en la
historia del fútbol argentino, va a quedar marcado como el día en el cual el último
enganche clásico le dijo adiós a su amor incondicional: a la pelota. Porque
como mencionamos antes: Juan Román Riquelme siempre jugó a la pelota.
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