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Foto: Olé |
El partido de vuelta, entre Estudiantes y Gimnasia, por los 16avos de la Copa Sudamericana, estaba repleto de condimentos que hacían del clásico platense un encuentro especial. Sobre todo, teniendo en cuenta que era la primera vez que se enfrentaban en una competición internacional. En el de ida, disputado en el bosque, no pudieron sacarse ventajas. Fue un 0 a 0 aburrido y mal jugado. Pero se aproximaba la revancha, donde iba a haber una definición. Uno de los dos continuaba, mientras que el otro se quedaba en el camino.
El plato estaba servido, el estadio ciudad de La Plata repleto de hinchas "pinchas" que rugían como un león, brindándole el apoyo a sus jugadores. Del otro lado, el basurero llegaba con todas las ganas y el hambre de conseguir una victoria. Un lobo en la soledad de 25 y 32. Dado que se jugaba sin publico visitante, por esas cosas que tiene nuestro fútbol, reconocido en el mundo por el folklore de las tribunas, pero prohibido en el país por la violencia que se hizo presente en varias ocasiones. En fin, eran los once titulares, mas los suplentes y el cuerpo técnico contra todos.
De a poco llegaba la hora del comienzo del match. Una ciudad paralizada, mucha gente apurada al salir del trabajo para llegar a tiempo al estadio, a sus casas, o tal vez, a la de un vecino, o a un bar. En la previa, la pregunta que mas se escuchaba en las calles, supermercados, almacenes, kioscos, ambiente laboral era: ¿Quién pasa?.
Era lógico pensar que el equipo de Pellegrino iba a atacar al de Troglio desde el primer minuto, haciéndole sentir el peso de la localía. De hecho, fue lo que terminó pasando. Antes de los veinte del primer tiempo, Estudiantes ya había tenido dos chances claras para abrir el marcador. Monetti se convertía en héroe para mantener a Gimnasia vivo en la serie. Primero se lo negó a Román Martínez y luego a Correa. Incluso, "el pincharrata" logró marcar, pero el asistente no vio que la pelota había ingresado por completo. Aunque, es cierto que sólo un ojo de halcón podía haber observado, con tamaña precisión, el ingreso del balón al arco "tripero".
La segunda parte arrancó con el local presionando arriba, con la propuesta de ahogar a su rival, de impedirle la salida con comodidad. Así llegó el único gol del partido. Presión alta en campo contrario, sobre uno de los costados, recuperando la pelota y con una sobria conexión entre Correa y Rosales que, luego de dejar en el camino a Nacho Fernández, sacó un centro delicioso para que Vera, de gran anticipo a Licht, la empuje con vaya a saber que.¿ Hombro, codo, parte lateral del cuerpo?. Nada importante para la gente que deliraba en las tribunas.
La imagen de la televisión se quedó con el máximo ídolo de Estudiantes, en el último tiempo: Juan Sebastian Verón, candidato a presidente del club para las próximas elecciones. Y mire usted que casualidad. El nombre del uruguayo goleador empieza con V, letra que trae bellos recuerdos por las calles de 1 y 57. A lo mejor, alguna persona desinformada, con poco fútbol en su cabeza y que haya visto el derby, a primera vista pudo habérselos confundido, debido a esa pelada brillosa que tienen los dos.
El resto del juego tuvo dos posturas: Gimnasia en busca del empate que lo depositara en la siguiente fase y Estudiantes que prefirió esperar y salir de contraataque. Claro, que la lesión de Correa (posible desgarro) tuvo mucho que ver con el cambio de ideas del entrenador. Y en esa arremetida desesperada, el lobo pudo haber convertido. Bou tuvo una muy clara de cabeza, pero su cabezazo pasó muy cerca del arco defendido por Agustín Silva. Encima, los experimentados Licht y Barsottini no estuvieron finos en algunas decisiones tomadas en pleno ataque tripero.
Por último, la expulsión de Licht, ante una protesta deliberada al arbitro y el tumulto ocasionado en el final del encuentro, terminaron siendo una mancha negra en la serie. Serie que quedó en manos del León y de manera justificada porque, en los 180 minutos, fue mas que su rival.
Media ciudad de las diagonales está contenta, feliz y el causante de tamaña alegría es el pelado uruguayo, nacido en Montevideo. Su apellido se escribe con V de Victoría, con V de Verón, con V de Diego Vera.
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